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martes, 28 de junio de 2011

El Castillo de Maldegollado y sus leyendas.

Durante los siglos XII y XIII, es decir, en la época almohade, estuvo asentada en el término de Tolote una importante población cuyos restos conforman hoy el denominado Castillo de Maldegollado o Castillo de Los Blázquez.

Está situado en un elevada sierra llamada del Cambrón, con una indiscutible posición estratégica y un amplio dominio del entorno. Con una vegetación típica de monte mediterráneo, se pueden encontrar fragmentos de cerámica musulmana, rojiza y sin decoración muy similar a las halladas en otros poblados de Sierra Morena, y restos de fortificaciones. Dentro del emplazamiento del recinto se encuentra dos aljibes, uno al norte y otro al sur, a la bajada en esta misma dirección, un dique de tierra arcillosa y piedra.
Contiene un gran charco de agua en época de lluvia.

Subida a las ruinas del Castillo de Maldegollado de los alumnos y alumnas del taller

Como significativo de su nombre podemos destacar una de las leyendas que circulan en la zona y que han sido relatadas de generaciones en generaciones.

El origen de este siniestro nombre de Castillo de "Mal Degollado" podríamos decir que viene de la época del apogeo del califato Cordobés, bajo el mandato de Abderramán III.

Cuenta la mencionada leyenda que:

"En tiempo del apogeo del califato cordobés, bajo el mandato de Abderramán III, en una lejana sierra en dirección Noroeste, fue construída una fortaleza defensiva usada como atalaya al objeto de interceptar las embestidas de las tropas cristianas que no cesaban en su empeño de reconquistar aquello que les pertenecía.

La mencionada fortificación estaba defendida por un Emir que traía a raya a los tercios cristianos que pretendían invadir el castillo.Pero lo que ellos no conseguían , lo consiguió un modesto juglar.

Paralelo a la sierra y a lo largo del valle, discurría un sendero que conducía a la pequeña villa de Las Esparragosas en el que existía un pozo sin brocal que estaba lleno de leyendas y que mantenía alejados a los escasos y pacíficos moradores del valle.

El invatible Emir contaba con un nutrido harén en el que destacaba una bella mora llamada ZORIMA, de la que estaba perdidamente enamorado y de la que no era correspondido. Desde hacía un tiempo la hermosa mora pasaba las noches en vela y sumida en la melancolía, cautivada por la misteriosa música que procedente de una lejana flauta rompía el silenco de la noche y penetraba en su corazón.

Una noche salió sigilosa de sus aposentos y tras burlar la vigilancia corrió en dirección al pozo, de cuyas inmediaciones procedía la melodía. Al llegar al lugar cual fue su sorpresa al decubrir un apuesto jovén que recostado sobre el tronco de un olivo tocaba una tosca flauta.

Tras el fugaz encuentro ambos quedaron prendados de amor y se juraron fidelidad eterna. Noche tras noche la bella joven corría al encuentro de su amado que la esperaba recostado en su olivo, hasta que cierto día el Emir cansado de la cada vez más frialdad de la joven y enfurecido por los celos decidió la fecha de su boda con la bella Zorima. Para ello intensificó la vigilancia en palacio y ordenó los preparativos de la misma.

Por aquellos entonces la dulce melodía del apuesto joven había dejado de sonar en las estrelladas noches de verano.

El día de la boda, amanecía cargado de presagios, gélidos vientos, nubarrones etc. A eso de media tarde dió comienzo la ceremonia, con gran estruendo de trompetas, abundantes majares y sustuosos presentes para los desposados. Entre ellos se hacía destacar una monumental bandeja de plata cubierta por una  tapadera de oro y brillante que presidía la mesa de los flamantes esposos y que el Emir ofrecía como presente a su recien estrenada esposa.

Llegado el momento en el que la joven debía abrir la tapa, cual fue su sorpresa y tras un ensordecedor grito sobrenatural que se escapó de la garganta de la novia que perdió el conocimiento al ver sobre la bandeja la sangrienta cabeza de su amado, mandada cortar por el celoso Emir al sentirse impotente de conseguir el amor de la bella mora.

Noches después y tras lograr burla la intensa vigilancia del castillo la hermosa joven acudió al lugar donde se citaba con su amor guiada por las suaves notas de la flauta que en su día la cautivó. Al llegar al punto la felicidad brilló en su cara de nuevo cuando vió reflejad en el agua del pozo el rostro del jovén doncel y como si hubiera sido ignotizada Zorima comenzó a andar en las tranquilas aguas del pozo hasta desaparecer en la profundidad del mismo, donde se encontraría con su amado. El Emir roto de dolor ante la pérdida de su amada intentó rescatar su cuerpo y envió ciento de soldados a las galerías que comunicaban el pozo con el castillo sin que ninguno de ellos lograran regresar.

Y así se encerró en su castillo hasta que las embestidas cristianas y el paso de los siglos nos dejarán lo que queda de ello; unas olvidadas ruínas, estas recordadas leyendas y éste dicho popular que se ha ido heredando de generación en generación."

"EN EL CASTILLO DE MAL DEGOLLADO , CUANTO ORO Y PLATA HABRÁ ENTERRADO"